La transmutación y el hipo no se llevan nada bien. Feribald, el mago, practicaba el hechizo frente al espejo cuando le sobrevino un ataque de hipo y se transformó, sin querer, en un avestruz. Cuando hipó de nuevo, devino en princesa. Al siguiente hipido era una roca, al siguiente era un vikingo, al siguiente una zarza ardiente, al siguiente el payaso Mendrugo. Y así continuó cambiando al azar de formas y de personalidades hasta convertirse en la mismísima muerte. Se llevó tal susto que se le curó el hipo, entonces por fin pudo recuperar el control y regresar a su forma original.
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