—Puedo estar acostumbrado al barro, pero ¿desagradecido? ¡Jamás! Así me enseñaron mis padres, Dios los tenga en la gloria. ¿Cómo voy a morder la mano que me dio de comer?
La mano en cuestión —la del granjero —, se acercaba al chiquero, empuñando un cuchillo.
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