El capitán intentaba reparar el radar de la nave. Estaba frustrado cuando recurrió a su ayudante.
—¿Puedes darme una mano?
—Enseguida, capitán.
El insectoide rebuscó en su arcón personal y le entregó una extremidad de insecto polvorienta. El capitán se lo quedó mirando:
—¿Es broma? ¿Cómo me sería de utilidad eso?
—Es la mano de mi madre. Ella era una mujer muy práctica.
El capitán puso los ojos en blanco y prefirió no dar una explicación.
—Olvídalo, ya me arreglo yo.
Al terminar la tarea quiso disculparse con el insectoide. Lo encontró ensimismado sobre el arcón, Tenía la cara pegada a la vieja mano que se movía acariciándole la mejilla con infinita ternura.
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