Agregaron a mi primera película varias escenas subidas de tono, otras con insultos o dónde se consumían drogas. Enfurecido, reclamé a los productores. Ellos me explicaron que necesitaban clasificación +16.
―¡¿Pero si la trama es para chicos de doce años?! ―protesté.
―Usted no entiende nada de marketing ―dijeron ―, ahora querrán verla hasta los de ocho.
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