Su cara es como cualquier otra y a la vez única para mí. Una sutil comezón aflora en mi mente, conozco a esa persona pero no sé de dónde ni de cuándo, porque ese rostro es ajeno a este lugar y a este momento. Cada gesto, cada mirada es una pista.
Sin que pueda evitarlo, todas las caras de mi vida escapan del archivo para desfilar junto a la suya. La biblioteca de Babel completa presionando sobre la punta de mi lengua, anhelando una chispa, una mísera coincidencia. Todo esfuerzo es en vano, mi cerebro se retira acalambrado, vencido, y sin embargo insiste: ¡Yo a vos te tengo! ¡Yo a vos te saco de algún lado!
Sonríe en cámara lenta y la imagen se va desvaneciendo, regresa a un pasado que ya no me pertenece. Porque también yo he sido olvidado, porque también yo me estoy yendo.
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