Su majestuosidad reinaba en el claro, como un viejo castillo entre la bruma. Los siglos le enseñaron el secreto del viento y sus raíces abrazaron con amor la tierra.
Desde la altura de su copa los vió llegar. No podía escapar, pero tampoco quiso. Se despidió en silencio de pájaros y ardillas que huyeron despavoridos al primer rugido de la motosierra.
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