—Pieza por pieza. Menos los transductores, a esos los saqué de un viejo cohete de tu tío.
—¿Y vuela?
—¡Claro, Vegaluz! También tiene un campo de fuerza y un aturdidor de precisión. Por las dudas, ¿viste?
Marcia las miró con desaprobación. Vegaluz se calzó la mochila jet en el patio y ascendió rauda al cielo. Recién cuando se alejó el trueno de los cohetes, Marcia encaró a la anciana.
—Ya sé que te aburrís todo el día sola, mamá, pero tratamos de criarla en un ambiente seguro. No podés regalarle a una nena cachivaches así.
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