—Podría no escribir, pero mi mundo no sería el mismo. Es un impulso, una necesidad de liberar el alma. Escribo porque se me antoja y no puedo ni quiero evitarlo. ¿Le parece razón suficiente?
El editor lo miró condescendiente
—No me hice entender, solo le pedí que la próxima vez justificara sus textos.
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