—Tú me mataste —denunció apuntándole con el dedo —. ¡Carajo! ¡Si tú nos mataste a todos! Pudiste haberlo evitado con solo chasquear los dedos, pero no. ¡Púdrete y que se pudra tu conciencia! ¡Asesino! ¡Asesino!
Salió del cielo dando un portazo. Terminaría en el infierno, pero sería por su propio pie.
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