―Dice que no aguanta la soledad, que se irá para siempre, pero todas las noches lo encuentro aquí, Capitán. Usted es como Koul.
―No lo conozco.
—¿Koul y el flafsnarj, la fábula infantil? ―El Capitán miró al insectoide resignado, sabía que de todas maneras le contaría la historia. ―En un lejano sistema había un centinela llamado Koul. Su deber consistía en avisar si venía el flafsnarj, la bestia sideral.
Pero Koul les tomaba el pelo. Llamaba todos los días al centro de comando diciendo: ¡Viene el flafsnarj, viene el flafsnarj!
Los altos generales lo regañaban y amenazaban con relevarlo y Koul se les reía en sus caras violetas.
Hasta que un día…
―...el “como se llame” llegó, y Koul avisó, pero nadie le creyó ―completó el Capitán ―. Teníamos una historia así en la tierra.
―Nada que ver, Capitán. El pobre nunca advirtió la llegada del flafsnarj y la bestia lo devoró en un segundo. Cuando esa mañana faltó la broma de Koul, los generales supieron que algo andaba mal con el centinela. Aprontaron la flota estelar y después de una ardua batalla lograron destruir al flafsnarj. A Koul le hicieron una estatua gigante.
―¡Imposible! ¿Que enseñanza deja una historia así?
―Que ciertas mentiras les dicen a los nuestros que todo está bien y que seguimos vivos.
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