―Hace muchísimo tiempo, en estos mismos campos vivía una princesa mapuche de gran hermosura. Un joven guerrero de la tribu la pidió como esposa, pero el cacique era celoso y trató de impedir la unión encomendando al pretendiente una condición imposible de cumplir.
Debía encontrar el nido del mítico Caburé y volver a la tribu con sus huevecillos como prueba.
El indiecito cruzó montes y llanuras buscando al Caburé y por fin, después de atravesar la pampa, dió con el hábitat del ignoto ave.
Mucho tuvo que ingeniarse para robar los huevos y mucho más le costó volver con el trofeo intacto.
Al llegar lo recibió la tragedia, su amada había muerto. Presa de la rabia, arrojó los huevos del Caburé frente a la tienda del infame cacique y dicen que desde ese día, el viento sur trae a veces un inexplicable olor como de huevos podridos.
A continuación, mi abuela se ladeó en la mecedora y cerró su narración con un pedo.
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