La multitud de cadáveres tapizando el suelo no correspondía con con la imagen del planeta que les habían descrito: Grandes ciudades, diversión, magnificencia.
Un lugar que el niño robot encontraría muy atractivo.
Un lugar que el niño robot encontraría muy atractivo.
Aunque la computadora de la nave consideró la atmósfera respirable, el hedor castigó las fosas nasales del insectoide. Azaharaia no tenía órganos olfativos pero tantos muertos constituían una fuerte presencia espiritual.
Distinguieron varias razas, pero sobre todo nativos.
Desconcertados ante semejante masacre, revisaron los alrededores hasta encontrar un pasadizo subterráneo.
La amplia escalera descendente mostraba símbolos de todas las religiones del universo grabados en sus paredes. Bajaron con cautela y al cabo afloraron en medio de una rutilante ciudad.
El planeta estaba pletórico de actividad bajo la superficie. Luces, color, vehículos ruido y muchas personas… ¡vivas!
La gente que los vio salir del túnel se alejaba de ellos corriendo desesperada.
―¡Zumg bii! ¡Zumg bii! ―gritaban dándoles la espalda al huir. Más tarde averiguaron que significaba "muerto vivo".
Sobre la boca del túnel que acababan de dejar un gran cartel decía:
CEMENTERIO.
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