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lunes, 10 de febrero de 2020

El Dandy


Los análisis dieron negativo, estaba tan aliviado que no me importó darle un billete de cien al mendigo que me pidió para tomarse algo caliente. 

—Dios lo bendiga, joven. ¿Me presta su teléfono? 

—¿Cómo? —pregunté asombrado por su desfachatez.

—Una llamadita —imploró entornando los ojos y mostrándome casi juntas las puntas del índice y el pulgar. 

Todavía me duraba la alegría, ¡qué diablos!, le alcancé mi celular. El viejo lo operaba con soltura. Hizo una llamada. 

—Hola, ¿podría enviarme un café irlandés a la puerta del hospital? Sí, del lado del laboratorio… Poca canela... No, espere... 

Tapó el auricular y me preguntó: 

—¿Se te antoja algo, muchacho? Lo que sea, yo invito.




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