Pequeñas actitudes incongruentes, confirmaban el clima enrarecido de la ceremonia.
Todos miraban al cura con desconfianza, este, a su vez, fulminaba con la mirada al padre de la novia. Ella avanzaba incolúmne, rígida, la vista al frente. El novio la esperaba, colorado como un tomate.
Hasta que en la tercera fila, un pequeñín, señalando el vestido gritó:
—¡Mami, la novia se cagó!
jaja, muy peculiar esta breve historia.
ResponderEliminarSi, un poquito escatológica salió. Abrazo, JaBier.
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