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jueves, 25 de abril de 2019

N.N.

Mi mente cancela la idea de que ella sea ahora ese cadáver.

Esos ojos de mirada inexpresiva con una infame catarata velando su brillo no pueden ser los mismos que lloraron nuestras alegrías y aquella boca de supremos besos nunca podría mostrar es grotesco de dientes desnudos y labios replegados en un gesto imposible.

No cedo a creer que esas manos suaves,  maestras del arte de acariciar, sean ahora estos muñones roídos. Ni que sus pechos, otrora bronceados y fragantes, destilen esa peste putrescente desde sus sombras verdosas. 

¡Jamás!, ¡De ninguna manera! ¡Nunca!

―¿Y bien? ―me dicen. 

―No es ella…―respondo.






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