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martes, 30 de abril de 2019

Antigua

Querido Pedro:

Hace tiempo que debí escribirte estas líneas. Hay noticias de tu pueblo que deberías conocer de mi propia boca.
Nosotros estamos muy conectados, solo que no de la forma en que supones.
Siempre me has culpado de tronar los vidrios de tu cuarto; de despertar a los perros de madrugada. Si hasta lo cantas en sus trovas.
Los perros nunca ladraron inquietos ante mi presencia, más bien era yo quien respondía a su fregadera con mis estremecimientos matinales, encachimbado por el escándalo.
Solo por ti, por tus canciones tan chulas, contuve mi furia, pero cuando te fuiste a recorrer mundo ya no supe resistir esas provocaciones.
Vomité sobre esos chuchos malintencionados mi saliva ardiente y logré acallar sus ladridos, por algo me llaman Volcán de fuego, aunque, ¡puchica!, ahora el poblado ya no existe.
Ojalá puedas perdonarme, hermano.
Aquí espero tu regreso, pues.

Para que traigas esperanza.
Y para que cantes mi verdad en alguna nueva canción.

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