Una liana había crecido a través del cráneo del piloto y una colonia de avispas tenía su hogar en el tórax del presidente. El avión casi no se distinguía, devorado por la selva. Todo allí gritaba, “¡Soy la maldita madre naturaleza! Me cago en tu insignificante poderío, debes saber que a la larga, siempre gano yo.”
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