Los Zamannitas viven, en promedio, doscientos años en su forma semoviente y unos dos mil en su forma arbolar. Su estricta religión considera que dos siglos deberían bastar para conocer y experimentar todas las sensaciones importantes del universo.
Luego llega la llamada «hora de la sensatez», la decisión voluntaria de buscar una parcela cercana a sus afectos y "echar raíces" enterrándose en una tumba que no es tal, pues al tiempo emergen en forma de árbol para cobijar a los Zamannitas jóvenes, quienes cosecharán y cuidarán sus frutos-bebés.
Azaharaia era diferente, conocer al insectoide cambió su espíritu de manera rotunda. Con una colección de interminables historias, le mostró que ni mil años son suficientes para degustar los misterios del universo.
A sus casi cuatrocientos años, Azaharaia ni consideraba celebrar su ceremonia de plantación, por más que esto constituyera una grave ofensa religiosa.
Ahora, cuando visita su planeta de origen, encuentra que todos sus conocidos son árboles y apenas puede abrazarse a sus ásperos troncos.
En la calle principal, los niños-fruta reconocen su cáscara arrugada, la señalan con sus dedos de ramita y le increpan:
¡Interesante! ¡Te felicito Diego!
ResponderEliminarMuchas gracias Alicia. Espero verte seguido por acá. Saludos.
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