Acarició con sus dedos las tablillas de arcilla con caracteres cuneiformes, pensando en el deleite de interpretarlas y no pudo contener la queja: —¡Estos son libros! Pesados, resistentes y con ese sonido único al entrechocar... ¡no me vengan los jóvenes de ahora con esos papiros manchados con tinta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Que te pareció esta historia?