Insistió en verme a las cinco en el hotel, eso despertó mis sospechas y estuve varias horas antes vigilando desde la ventana del bar.
A las tres la vi llegar, caminaba nerviosa, como buscando a alguien. Pude confirmar mis temores cuando por la misma vereda vi venir a… ¡mi esposa!
En una escena imposible se saludaron como grandes amigas, mi amante y mi mujer en la puerta misma del hotel. No hablaron mucho, se tomaron del brazo y entraron.
Eran las cuatro y media cuando salieron. Mi mujer paró un taxi, mi amante le tiró un beso y se dispuso a esperarme en el bar.
Excelente!!
ResponderEliminarMuchas gracias Cecilia Rangel. Te invito a leer mis otras historias y a volver siempre por acá. Saludos.
EliminarGracias, por la invitación así lo haré estimado Diego Alba!
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