En el basurero jugamos con lo que abunda, con lo que nadie quiere y apostamos nuestros pequeños tesoros. Una canica, un imán, una estampita o una corcholata rara, van y vuelven entre los apostadores hasta que ya nadie recuerda quién era el dueño de qué. A mí me dan asco las cucarachas, por eso me dejan dar la partida y anunciar a los “corredores” anotados. —¡Señores, la carrera va a comenzaaaaar! En el carril uno tenemos a Rapidina, por el segundo viene Diarrea, a su lado corre la campeona Belleza Negra y en el último andarivel viene…¿Alfredo? ¿Que clase de nombre es ese para una cucaracha? —¿Nunca te platiqué que mi papá nos abandonó de chicos?
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