Un astuto demonio puso la espada plateada en su mano y le dijo: —Toma la espada de la discordia, su punta envenenada garantiza tu victoria Su rival recibió de un arcángel el escudo dorado: — Confía en el escudo de la humildad, pues nada puede atravesarlo. —¡Salve, César, quienes van a morir te saludan! ¡Clang!
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