Al segundo mes, lo encontramos al norte, rodeado por una temible tribu de antropófagos.
El conquistador confiaba imponer su autoridad a partir de fingirse un poderoso mago, mostrándoles algunos trucos de ilusionismo aprendidos del pícaro criollo Pedro Ordiman.
Aunque sólo lo acompañaran doce hombres hambrientos de los ciento treinta y cinco que partieron desde Lima, ganó fácilmente la atención de la tribu al mostrar su casco vacío, meter su mano dentro y sacar un espejo de mano, varios collares de cuentas de colores , un pequeño catalejo y un pañuelo de seda roja.
Los milagrosos objetos pasaron de mano en mano causando asombro y hasta veneración entre esas gentes; pero Valbuena nunca llegó a comprender la lógica nativa.
El jefe de la tribu mandó a construir un altar para glorificar al sagrado casco mágico y procedió a matar y comer a los portadores del milagro en sacrificio a los dioses que lo habían enviado.
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